Los medios de comunicación, tanto digitales como analógicos, son instrumentos de perpetuación de las desigualdades sociales. No cuestionan las estructuras de poder sino que las difunden, mantienen y refuerzan. La realidad mediática está repleta de papeles estereotipados porque representan personajes fácilmente reconocibles por una audiencia masiva. Y la audiencia, sujetos pasivos altamente emocionales, no espera que se contradigan sus expectativas ni sus convicciones, eso la colocaría en una situación de gran incertidumbre y zozobra. La masa espera oír y ver algo que reconforte y reafirme sus creencias y comportamientos, algo con lo que poder empatizar y reconocerse.
Siempre me ha resultado “sutilmente” sexista el anuncio de Airwick. Camuflados bajo el dibujo animado naïve de varios animales, en realidad se esconden diferentes estereotipos de mujer. Intrínsecamente reduce a una serie de tópicos el papel de la mujer en nuestra sociedad.
Aquí tenemos a la Sra. Coneja, con todas las connotaciones peyorativas que sugiere: madre prolífica, esclava en el hogar, infravalorada por su trabajo, dependiente de la figura masculina –a quien trata de mimar y agradar en todo momento-. Muchas mujeres se verán reflejadas en este rol y lo asumirán como propio sin cuestionarse en ningún momento que esta percepción constituye una deformación de la realidad, que las cosas deberían ser, y son, de otro modo.
¿Es posible que la audiencia evolucione y deje de ser una masa amorfa y anónima? ¿Puede transformarse en una comunidad de individuos activos y críticos que sean capaces de alejarse del objeto representado por la realidad mediática, cuestionarla y poner en duda su veracidad? ¿Qué papel tienen los medios sociales en todo esto? ¿Pueden convertirse en instrumentos de esa transformación?
lunes, 17 de agosto de 2009
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